martes, 2 de noviembre de 2010

AÑO 1988

SONRISAS Y LÁGRIMAS

Aunque el encendido crece según Mercados y Tendencias, la situación financiera y técnica de los canales estatales se agrava. Los contenidos de pantallas lucen más tranquilos y estables. Y aunque los plomíferos programas políticos de tintes oficialistas se evaporan, detrás de cámara todavía subsiste, en la tevé estatal, cierto reparto conflictivo del poder. Luego de la primera etapa aperturista, bienintencionada y poco enérgica de Emilio Gibaja al frente de la SIP. A semejanza del Proceso, los radicales también se distribuyen los canales: la Coordinadora se queda en el 13; los históricos de Leopoldo Moreau se aposentan en el 11; mientras que en ATC convergen líneas del todo divergentes que lo vuelven ingobernable.


La situación que se vive en la tevé radical es más bien crítica: el Ministerio de Economía pide a gritos cerrar al quebrado Canal 11.
Otro robo que Romay había consumido el año anterior, el pase del 11 al 9 de Alberto Olmedo y su troupe  con ¡No toca botón!, lo que aseguro el mejor rating de los viernes a la noche, se convierte en tragedia cuando el excepcional bufo cae del piso 11 de Mar del Plata a las 8 de la mañana del sábado 5 de marzo, frente a la Playa Varese.
Se clausura dolorosamente una etapa. Desde entonces sus programas son periódicamente reciclados y su elenco queda a la deriva, disgregándose u fusionándose, sin la misma repercusión, con la gente de Hiperhumor, en Shopping Center y Zapping, ambos por el 9 y con libros de Hugo Sofovich.
 Sólo con el ti9empo partículas sueltas de su talento artístico se coloran en Alfredo Caseros, Horacio Fontova, Raúl Portal, Julián Weich Y Guillermo Franchella, todos con matices bien diferenciados, pero inspirados en esa misma matiz.  
El ’88, de todos modos, es un año memorable para el rubro humorístico. Compensa un poco la baja irreparable de Olmedo el debut con programa propio en tevé de Antonio Gasalla, quien ya no se retiraría del medio. Viene del exitazo de Esperando la carroza, el clásico de Jacobo Langsner en cuya versión cinematográfica había hecho de Mamá Cora, personaje del que se apropia para siempre, y con el que había incursionado fugazmente en Badía y Cía.
El punto de partida es El mundo de Antonio Gasalla, por ATC.  El ciclo viene a innovar en el campo de lo humorístico, que hasta entonces, había tenido una fractura más sencilla. Gasalla rompe ese esquema, viste los sketches y hace pasar a los personajes de uno a otro, lo que demanda mucho trabajo de posproducción.  
También el ’88 resulta ser un año clave para Tato Bores: se incorporan en su staff sus hijos Alejandro y Sebastián, que ayudarán a remozar su imagen. Desde Tato Diet, por Canal 2, actor cede el progresivo aggiornamiento de packging de su ciclo.
Con un estilo completamente distinto al de Tato, pero también en el mismo terreno humorístico, el ’88 se convierte en un año muy importante para Raúl Portal, y sin querer, para la tevé argentina de los años siguientes.
Su Notidormi, en la trasnoche de ATC, se transforma en uno de los sucesos televisivos de la temporada.
Portal descubre con qué poco se puede entusiasmar a las adormiladas audiencias en el inhóspito territorio de la trasnoches televisivas, donde hasta entonces sólo subsistían enlatados repetidores.
Un cisma en el seno de La noticia rebelde anticipa el fin del ciclo, que sobrevendrá un año más tarde. Jorge Guinzburg y Raúl Becerra parten raudamente del grupo y se exilian en el 13, a la misma hora que La noticia Rebelde, con Sin Red.
Mientras tanto, Becerra y Guinzburg vuelven derrotados a ATC con un mix de entretenimientos y humor, La casita del placer Hitachi, que apenas se sostiene en el aire y donde un grupo de lloronas acompañan con sus lamentos a los participantes que pierden. Con más suerte, Guinzburg intenta luego Penúltimo momento en el 2, diariamente, con la asistencia de Mario Pergolini, Pablo Jaramillo y Los Vergara.
Se apaga, por repetido, Las mil y una de Sapag, y Supermingo, con Juan Carlos Altavista, tampoco logra el impacto de otras temporadas.
El 13, muy lejos de estos papelones, impone cómodamente dos telecomedias: Stress se afirma con Emilio Disi y Dorys Del Valle, solo superado por la repercusión  de Al fin y al cabo… De carne somos, el primer gran éxito de Guillermo Francella.
Tal vez nunca en su vida el libretista Juan Carlos Mesa haya trabajado tanto como en el ’88. Aparte de escribir Stress para el 13, se expande al mismo tiempo en el rubro de las telecomedias en el 11 con Vivan los novios y en ATC con Las Hormigas.
Los privados también tienen sus problemas. El 9, rompe lanzas con la Asociación de Telerradiodifusoras Argentinas, por no avalarlo en las intenciones de extenderse por todo el país con una red de veinte repetidoras de su onda.
ATC cubre el tremendo agujero dejado por Susana Giménez al mudarse al 9 con El gran club, un ciclo parecido producido por Rosita Sueiro, una de las productoras más batalladoras de la tevé argentina. Lo conducen Víctor Laplace y Graciela Alfano, aunque ella no por mucho tiempo. También por ATC Hombres de Ley, De fulanas y menganas, La bonita página y Contracara, un folletín dirigido por María Herminia Avellaneda, constituyen un fuerte compacto al que suman Función Privada y Cine club.

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